Natalie Medina nos cuenta sobre su faceta social en pro de la juventud

Mié, 05/09/2018 - 09:48
La actriz panameña protagoniza el largometraje "Sin Voz" donde se abordan temas sensibles como los abusos y embarazos infantiles.

Por: Laura Marín

“Sin Voz” tiene al mismo tiempo mucho y muy poco de ficción. ¿Cuál es la historia real detrás de la película?

La historia real detrás de la película se basa en la historia de esas niñas que son víctimas de abusos sexuales y quedan embarazadas. Cuando sucede, son denunciadas por su maestra o por algún familiar y el Estado interviene, la saca del lugar donde se supone que está siendo abusada y la lleva, entre otros lugares, a este hogar que sale en la película. En él se acoge a las menores que ya están embarazadas y para las que el aborto no es una posibilidad. Las chicas llegan a este sitio, atendido por las monjas, donde reciben todos los cuidados que necesita una niña embarazada.

Pero al mismo tiempo hay mucho trauma y victimización en ese proceso, diría yo que no es el proceso más terapéutico que podrían recibir, porque la niña no entiende nada, qué le pasó, por qué está allí… además es un embarazo no deseado y, ¿cómo te preparan desde la religión para tener un embarazo no deseado? Son muchas las cosas que empiezan a suceder en ese hogar y, por un lado, es muy bueno que a las niñas las cuiden, pero por el otro están todas las irregularidades y vacíos del sistema.  

¿Qué ocurre cuando las niñas cumplen la mayoría de edad?

Cuando esas niñas cumplen la mayoría de edad, el Estado las deja de proteger, por lo tanto las monjas dejan de percibir el ingreso que dedicaba para el cuidado de esa niña y de ese menor que va a nacer. Entonces ahí las monjas se inventan su proyecto de seguimiento que es ¿dónde dejamos a la niña? A veces buscan que las acojan los feligreses de la iglesia cercana, las devuelven a su hogar si el entorno puede ser seguro…

¿Cómo fue tu relación o tu vivencia como voluntaria en ese hogar?

Siempre fui voluntaria de ese proyecto. Fui directora de Amaneceres, una fundación para adolescentes, en la que teníamos un proyecto de arteterapia dentro del hogar.  Siempre tuve una relación de bastante complicidad con las niñas porque sentía que necesitaban una relación diferente a la que tenían establecida con las monjas, que pudieran tener alguna relación de complicidad con algún adulto, que fuese responsable y que no necesariamente fuese su amigo, pero sí les brindara una relación distinta. Por eso también los programas que ofrecíamos eran de cosas distintas, como el arteterapia.

El papel de María Alejandra es el de una joven profesional que no se detiene ante nada ni nadie en su lucha por mejorar la situación de las niñas acogidas. ¿Hace falta más gente rebelde para cambiar el mundo?

Sí. Confío plenamente en que la rebeldía y la pasión, más que cambiar el mundo (y no estoy empecinada en cambiarlo), lo transforman en algo mejor. Pienso que se necesitan muchos factores para que la situación de un menor vulnerado cambie pero sí hay muchas cosas que se pueden hacer desde la pasión y la rebeldía. Además creo mucho en las revoluciones, y en la rebeldía, la ira y la inconformidad bien canalizadas como elementos que realmente nos mueven para mejorar las cosas.

El film busca darle voz a unas niñas que no tienen la posibilidad casi ni de denunciar lo que les ha sucedido. ¿Por qué el abuso infantil se sigue considerando un tema tabú en Panamá?

Se le da muy poco valor. En casos como el de la película, no solo son menores, sino también indígenas, que viven en áreas alejadas, lo que hace que el tema del estigma y la discriminación esté presente en la vida de esas niñas siempre. Realmente son muy poco escuchadas y esto es algo que sucede mucho en Panamá y no solo en las clases bajas, sino también en las clases socioeconómicas y educativas altas.  Además, el tema del abuso es algo perturbador, que no queremos hablar porque duele.

¿Cuesta que la gente se pronuncie sobre el tema en Panamá?

Creo que en general en Panamá nos cuesta mucho aceptar las cosas que están mal, decir que algo no nos gusta, que no estamos de acuerdo. Somos una sociedad bastante complaciente y permisiva por nuestra historia de vida y estamos poco acostumbrados a decir, a quejarnos y a protestar por cosas que no nos parecen justas. En este sentido me siento bastante contenta con las nuevas generaciones porque son jóvenes que tienen otras oportunidades que mi generación no teníamos y ya comienzan a alzar la voz, las redes sociales permiten que las personas se comuniquen, promueven que uno se exprese

¿Cómo influye la educación o la cultura en perpetrar esta situación?

Cuando trabajaba en ese hogar, en estas clases de educación sexual que a veces yo trataba de dar, me di cuenta que las niñas no entendían que habían sido abusadas, no sentían que algo malo les había pasado. Estaban muy confundidas porque, al ser tan pobres, a veces los padres buscan colocar a los niños entre la familia y un niño acaba con la abuela, otra niña con el tío en Panamá, que es policía y vive bien. La niña viene con su tío, que le da casa y comida, lo que genera la sensación de la niña que tiene que ayudarle y se convierte en una figura de pseudo-empleada, empezando por limpiar y acabando en una cadena de favores en la que el tío también le empieza a pedir favores sexuales.

Esto ella no lo percibe como abuso, sino que en la confusión, cree que por recibir un plato de comida tiene que estar muy agradecida con ese tío. En este contexto, el tema de la educación para mi es clave, sobre todo en áreas indígenas y pobres, porque las niñas ni siquiera saben que es un derecho que está siendo vulnerado por un adulto. No pueden defender sus derechos si no los conocen.

En la lucha por cambiar por erradicar el abuso infantil y la trata de personas, ¿qué papel juegan los gobiernos?

Yo toda mi vida he trabajado para organizaciones no gubernamentales y, en ese contexto, sé que lo que el Gobierno no hace, lo tenemos que hacer nosotros. No estoy muy de acuerdo con el típico discurso de que el Gobierno debería estar haciendo… sí, lo debería estar haciendo, pero no lo hace porque es incapaz. Creo que hay esfuerzos que hace el Gobierno en el tema de trata de personas y la prevención del abuso sexual pero, si nos vamos por ejemplo al Ministerio de Educación, están tratando de sacar un programa de educación de la sexualidad desde hace un año y medio, pero han dejado que fuera vetado por la comunidad católica en un país que es laico. Entonces, ¿de qué estamos hablando? Ahí el Estado debería imponerse y decir que ese programa tiene que salir, y no importa si somos católicos, musulmanes o evangélicos.

Si el Estado no llega, ¿el papel de las ONGs y fundaciones se convierte en esencial?

El Estado tiene un rol determinante, pero también vivo en la realidad. Yo hace más de 17 años he trabajado a parte del Gobierno. Me parece que realmente los panameños deberían despertar su espíritu de solidaridad. Muchos no saben que son las ONGs y se piensan que son un grupo de personas buenas, señoras con alto nivel económico que quieren ayudar a los niños pobres. Pero en realidad las ONGs están haciendo el trabajo que el Estado no está pudiendo hacer. Me gustaría que la gente se uniera a las causas y que sepan que las ONGs son importantes y que las donaciones van a proyectos que realmente lo necesitan.

Más allá de estos casos graves de abuso y trata, la situación de la mujer en todo el mundo no siempre es fácil. ¿Debería la mujer alzar más la voz y actuar? ¿Qué herramientas se necesitan para poder cambiar esta situación?

Creo que todos los países hacemos importantes esfuerzos en ese tema. Para mí el tema educativo es clave, y lo he podido ver en mi trabajo en las comunidades: las mujeres que se educan son aquellas que realmente pueden salir del sitio de la pobreza, cuidar a sus hijos, no quedar embarazadas cuando son adolescentes… la educación realmente aporta a la mujer las herramientas que necesita para salir adelante. A pesar que critico mucho el sistema educativo en Panamá, también lo defiendo, porque los niños y las niñas deben mantenerse en la escuela que actúa como factor de protección.

Por otro lado, en Panamá, hay bastantes programas y esfuerzos que se están haciendo para empoderar a la mujer, aunque creo que nunca serán suficientes y esa lucha debería continuar. No hay que cansarse, hay que dejar de ser una sociedad complaciente y empezar a denunciar las cosas que suceden.

Volviendo a “Sin Voz”, esta quiere ir mucho más allá de las pantallas de cine y, para ello, cuentan con el apoyo de la Fundación Ricky Martin. ¿Cómo es esa colaboración y qué se busca conseguir con este proyecto?

Prefiero que esta pregunta la responda María Cecilia ‘Moro’ Arias, la productora de la película.

Contactamos con María Cecilia, quien nos cuenta que la alianza con la Fundación Ricky Martin, embajadores contra la trata humana a nivel mundial, junto con mary Mazzio, documentalista galardonada y quien ha logrado cerrar una de las páginas web más lucrativas de trata de menores en Estados Unidos, se realiza para llevar el mensaje de ‘Sin Voz’ más lejos.

“El largometraje, basado en una historia de la vida real, busca educar y concienciar acerca del abuso infantil y la trata humana en general. Además, contamos con un corto animado de 10 minutos, titulado ‘I Am Littel Red’, producido por Mary Mazzio, cuyo propósito es crear conciencia y prevenir a los niños del tráfico sexual”, explica María Cecilia. El corto, animado por los ganadores al Oscar por Toy Story y escrito por 10 sobrevivientes de tráfico sexual, es una recreación contemporánea del clásico cuento ‘Caperucita Roja’, que aborda las cuatro tácticas que un proxeneta disfrazado de ‘lobo’ usará para atraer a una caperucita fuera de su camino. 

“Con este corto, creamos una campaña masiva de educación de la prevención. En conjunto con la fundación Ricky Martin, llevaremos 'I Am Little Red' a todas las escuelas de la ciudad y brindaremos una guía de enseñanza, que fue diseñada como herramienta de prevención primaria para ser utilizada entre los estudiantes de secundaria de ambos géneros para reducir el riesgo de explotación sexual comercial. Brindaremos cobertura a esta iniciativa y será parte clave de nuestra campaña educativa, acciones previas al lanzamiento de ‘Sin Voz’ en cines”. 

Además de actriz eres pedagoga, gestora cultural y asesora de ONGs. ¿Cómo se combina todo esto?

Panamá es un país donde todo es posible y me siento afortunada de haber podido crear como este personaje en el que pude desarrollar todas esas cosas de mi vida que me gustaban tanto. A mí el teatro siempre me gustó, pero no quería ser actriz de Hollywood, me imaginaba más que estudiaba teatro para transformar la sociedad. Por ello, decidí estudiarlo en Sudamérica y me fui a Chile, donde me di cuenta que el teatro se utilizaba en ONGs, en equipos multidisciplinarios, que muchos terapeutas utilizan el teatro como una alternativa para la reparación de las personas… eso me encantó y ahí decidí estudiar pedagogía porque otra de las cosas que siempre había querido era ser maestra.

Luego lo de trabajar con poblaciones vulnerables es algo que siempre tuve, que lo aprendí en casa. Después, la oportunidad de ponerlo en práctica vino de la mano de María Luisa Aramburú, presidenta de la Fundación Amaneceres, quien en 2013 perdió a un hijo en un accidente de carro y me llamó para poner en marcha la entidad. Fundación Amaneceres ha sido mi proyecto más amado porque me ha permitido combinar las tres facetas y formar esa personalidad laboral.

Además de todo esto, trabajas también en una consultoría de Impacto Social. ¿En qué momento se encuentra Panamá en este sentido? ¿Se preocupan las empresas por buscar, además del impacto económico, ese impacto social?

Hemos avanzado muchísimo en temas de responsabilidad social empresarial. Hay una cosa buena de Panamá, que es que se ponen de moda las cosas rápido porque es un país pequeño y de seguida corre la voz. Creo que la gente sí está preocupada y la ciudad de Panamá en la que vivimos ahora no era para nada parecida a la de hace unos años: no teníamos este tráfico, ni los niveles de violencia, ni la tecnología… por eso sí creo que los dueños de empresas están preocupados por las personas que trabajan con ellos, ya sea porque no llegan a la hora, porque sus hijos tienen muchos problemas, porque baja la productividad… Entonces, cada uno desde su lugar, se están interesando porque sus empresas generen un impacto social más allá de riquezas económicas.

En el fondo, aunque en contextos muy diferentes, todo se vincula a luchar por un mundo mejor. ¿Qué te mueve en esa lucha?

Creo que, como tengo esa curiosidad del actor, con cada población que conozco yo realmente me sorprendo.  Y eso es lo que me mueve: conocer personas, conocer las realidades de otras personas… Soy muy curiosa y me llama la atención la vida de los otros. Me mueve conocer las historias de las personas.

Esa lucha, ¿se traslada siempre a tu faceta de actriz? ¿Tus personajes buscan tener siempre ese trasfondo social?

En cierta manera sí. Aquí en Panamá teníamos un grupo de teatro, que se llamaba Teatro Lagartija, que buscaba la transformación social y la crítica. En general el teatro panameño también es complaciente, permisivo, bastante superficial… y no existen estos grupos de teatro como más críticos con la realidad. Y creo que si uno va a movilizar a las personas para que vayan al teatro a ver algo, tiene que valer la pena, que los movilice.

¿Qué otros personajes te gustaría desarrollar en tu carrera como actriz?

Hace un año tuve mi primer hijo y tengo la sensación que ahora que soy mamá me gustaría hacer personajes más tranquilos, más reflexivos, más interesantes, de mujer (ríe).

¿Y un director o actor panameño con el que te gustaría colaborar especialmente?

Con todos. A mí me gustaría trabajar con todos. Yo soy creyente que tenemos que seguir haciendo películas, seguir haciendo teatro y que la producción tiene que crecer. No importa tanto si es bueno o malo, pero tiene que haber producción para que la gente empiece a sentir que eso está sucediendo. Y a mí me encantaría ser parte de eso.

Para acabar, imagina que se te concede un deseo en forma de película: ¿qué papel protagonizarías y bajo la dirección de quién?

A mí me encantó “Bailando en la oscuridad”, con Björk y dirigida por Lars von Trier. Entonces, me imaginaría que pudiera ser una película así, muy dramática pero muy artística al mismo tiempo.

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