‘Mi madre grababa su voz para yo poder estudiar’: Guillermo Moreno, un abogado ciego que desafió al sistema

Mié, 11/18/2020 - 06:00
Estudió en 1956, tiempo en que aún no habían herramientas especiales que facilitaran el aprendizaje a personas invidentes.
Guillermo Moreno / Foto: cortesía.

Guillermo Moreno / Foto: cortesía.

Su discapacidad visual, causada por un glaucoma congénito (anomalía que daña al nervio óptico) desde los seis años, y crecer en la época de 1956, cuando no habían suficientes avances tecnológicos, no fueron obstáculos para que Guillermo Moreno desarrollara sus capacidades y se convirtiera en un profesional del Derecho.

Inició sus estudios primarios en la Escuela Nacional de Ciegos Helen Keller del Instituto Panameño de Habilitación Especial (Iphe). Al culminar, logró ingresar al Instituto Nacional de Panamá para estudiar lo que tanto había soñado: Letras; pero su ingreso no fue nada fácil, varios profesores alegaron para que Moreno formara parte del popularmente conocido Nido de águilas.

En aquella época, los colegios no estaban preparados para recibir a estudiantes con discapacidades. No había muchos textos en sistema braille, y la metodología que utilizaban los profesores con los demás estudiantes no podía ser la misma para Moreno. Hubo altas y bajas, pero Guillermo siempre demostró ser capaz de salir adelante y aprender como fuera.

Las matemáticas y el inglés fueron las materias más difíciles durante el aprendizaje de Moreno, pero nunca presentó un fracaso en su boletín escolar, de hecho, ocupaba el segundo puesto de honor en el colegio.

¿Cómo lo hizo?, pues con ayuda de su familia, en especial de su madre, que sacaba tiempo de su día a día como billetera para sentarse con Moreno y leerle los libros que le asignaban en el colegio, además, grababa su voz en audio para que Guillermo pudiera escucharlo cuantas veces fuera necesario.

Tanto fue el apoyo de la madre de Moreno, que en segundo año de estudio en 1963, el colegio la nombró como Madre del Instituto Nacional de Panamá.

 

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Durante todo su periodo de secundaria, obtuvo apoyo de sus más allegados, entre ellos, compañeros de clases, que siempre lo apoyaron y lo incluían en sus actividades para estudiar juntos.

Al finalizar sus estudios, su meta seguida era ingresar a una universidad para estudiar Derecho. La situación se le complicó a Moreno en Panamá: tocó puertas, subió y bajó escaleras, pero no lo aceptaban en ninguna institución.

Ante la situación, optó por viajar a Colombia para conseguir su título, beneficio que pudo llevar a cabo por sus buenas calificaciones. Así, logró estudiar Derecho y obtener un doctorado en Derecho Laboral y Social. En el hermano país también aprendió a ser más independiente.

Al regresar a Panamá, el panorama no cambiaba cuando buscó trabajo. Intentó ingresar a distintas empresas, pero no se le daba oportunidad por tener una discapacidad visual; hasta que se encontró con una de las profesoras del Iphe, donde hizo su primaria, y fue entonces contratado como asesor legal, ganando una suma de 400 dólares en ese entonces.

Con el tiempo, su salario fue subiendo hasta llegar a cobrar más de mil dólares.

Panamá cuenta con dos instituciones responsables de hacer cumplir las oportunidades para las personas con discapacidad: la Secretaría Nacional de Discapacidad (Senadis) y el Consejo Nacional Consultivo de Discapacidad (Conadis), sin embargo, hace falta más voluntad política, según Moreno.

‘Deben olvidarse de lo político y poner a personas que conozcan la situación de las personas con discapacidad, porque si no se hace ese cambio, seguiremos en lo mismo’, indicó.

Después de jubilarse como asesor legal, ahora labora como profesor de Derecho en la Universidad Especializada de las Américas (Udelas) y en la Universidad Metropolitana de Educación, Ciencia y Tecnología (Umecit).

Se incorporó como profesor con algo de temor, porque no tenía idea cómo iban a reaccionar los estudiantes al saber que una persona invidente les iba a impartir clases, pero por su personalidad fuerte, sentido del humor y capacidad de relacionarse con las personas, no tuvo problemas.

De hecho, cuando los estudiantes tienen que realizar un parcial o semestral, Moreno designa a una persona para evitar que sus estudiantes se copien. Además, cuenta con un asistente que lo apoya en la lectura de las respuestas en los exámenes de los jóvenes para poder calificar.

En las charlas, Moreno es capaz de captar si los jóvenes solo están leyendo y cuando han estudiado el tema.

 

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Ahora, en la pandemia por la COVID-19, Guillermo se ha ajustado a los cambios y dicta sus clases en la modalidad virtual, lo que ha sido favorable, porque se mantiene en contacto a distancia con cada uno de sus estudiantes, sin embargo, sigue prefiriendo la manera presencial.

Moreno se considera una persona muy activa, por ello, la cuarentena le fue difícil, porque tuvo que dejar de salir a distraerse con compañeros y amigos, como medida de prevención. Dar clases virtuales fue esencial para evitar un bajón emocional, ya que es claustrofóbico.

La vida de Guillermo presentó inconvenientes, pero siempre supo seguir adelante y logró ser distinguido a nivel internacional, pues, fue elegido como la personalidad con discapacidad de América Latina en 1997, formó parte de la Unión Latinoamericana de Ciegos (Ulac), e incluso, participó de la primera protesta de personas con discapacidad en Panamá.

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