El cambio, nuestro miedo más profundo

Mar, 10/01/2019 - 06:00
La transición nos atemoriza, sin embargo, este estado permite la transformación, la realineación y el progreso.
¿Has sentido no tener la capacidad de ver más allá́ de tus problemas? ¿Saboteas todos tus esfuerzos porque desconoces tu vida sin tus acostumbrados problemas? Si alcanzas tu objetivo, ¿pierdes interés o motivación esperando el próximo mejor lugar donde estar? 
 
Mientras atribuimos la mayoría de los temores al fracaso, algunos temores también pueden ser conectados al éxito. 
 
Luego de una exitosa carrera de 12 años en el mundo hotelero, en septiembre del 2016 tomé la decisión de emprender como profesora de yoga independiente a tiempo completo. Me tomó casi un año tomar la difícil decisión, por todos los riesgos que implicaba y además no tenía realmente un plan a largo plazo. 
 
Finalmente, al dar el primer paso no hubo vuelta atrás y hasta hoy ha sido la mejor decisión a nivel personal y profesional. Fue una transición bastante radical que trajo consigo mucho tiempo de introspección que utilicé para crear diversas estrategias de negocio, iniciar una nueva carrera como “health coach”, especializarme en boxing yoga, aprender nuevas disciplinas y descubrir nuevas pasiones. En fin, un trabajo en proceso.  Pero con tantos cambios también otro tipo de estrés, inseguridades y miedos surgieron. 
 
Lo que te quiero compartir en esta nota es lo que descubrí. 
NUESTRO MIEDO MÁS PROFUNDO NO ES SER INCAPACES. NUESTRO MIEDO MÁS PROFUNDO ES QUE SOMOS INFINITAMENTE PODEROSOS.
Es nuestra luz y no nuestra oscuridad la que más nos atemoriza. Nos preguntamos a nosotros mismos: ¿Y quién soy yo para ser brillante, maravillosa, talentosa y excepcional? De hecho, ¿quién eres tú para no serlo? Si te disminuyes, no le sirves al mundo. No hay nada luminoso en disminuirte para que otras personas no se sientan inseguras a tu alrededor.  Mientras más permitimos a nuestra luz interior brillar, inconscientemente, damos a los que nos rodean el permiso para que ellos hagan lo mismo. Mientras nos liberamos de nuestros propios miedos, nuestra sola presencia libera a otros automáticamente. 
 

El Trapecista

El miedo puede interrumpir tus ambiciones y crecimiento personal. A menudo, nos creamos excusas para evitar confrontar nuestra angustia y temores, todo para evitar ese lugar que nos asusta llamado “transición”. Sin embargo, el estado de transición permite la transformación, la realineación y el progreso. La transición nos permite evolucionar mientras hacemos las paces con el pasado y aceptamos el futuro desconocido. Sin transición, quedas estancada. 
 
Este hermoso extracto de Warriors of the Heart, de Danaan Parry muestra de forma vibrante los beneficios de aceptar el cambio y la lucha que a menudo está presente en nuestra conversación interno. 
 
“A veces siento que mi vida es una serie de vaivenes en un trapecio. O me encuentro colgando de la barra del trapecio balanceándome o, por momentos, flotando en el espacio que hay entre las barras de los trapecios. 
 
Casi siempre, paso el tiempo de mi preciosa vida colgando en la barra del trapecio de turno. Me sostiene a un ritmo estable de movimiento y yo tengo la sensación de que estoy en control. Conozco la mayoría de las preguntas adecuadas y hasta algunas de las respuestas correctas. Pero de vez en cuando, mientras me balanceo alegremente, o no tan alegremente, miro delante de mí en la distancia y ¿qué veo?
 
Veo otra barra de trapecio mirándome. Está vacía. Y sé, en ese lugar dentro de mí que sabe, que esa nueva barra lleva mi nombre impreso en ella. Es mi siguiente paso, mi crecimiento, mi vitalidad que viene por mí. 
 
En mi corazón, sé que para crecer debo soltarme de la actual barra conocida y moverme hacia la nueva.
 
Cada vez que eso sucede, yo espero – no, yo ruego – no tener que agarrar la nueva barra. Pero en mi espacio de sabiduría, sé que debo soltarme por completo de la barra vieja y por algunos momentos, flotar a través del espacio antes de que pueda agarrar la barra nueva. Cada vez que hago esto me lleno de terror. No importa que en todas las veces anteriores siempre lo haya logrado.
 
Cada vez tengo miedo de fallar y de estrellarme en las ocultas rocas de la cuenca sin fondo entre las barras. Pero lo hago de todas maneras. Debo hacerlo. Tal vez esta sea la esencia de lo que los místicos llaman fe. No hay garantías, no hay red, no hay seguro de vida, pero lo hacemos de cualquier forma porque colgar de esa vieja barra ya no es una opción. Y así, por lo que parece ser una eternidad, pero que en realidad dura un microsegundo, me remonto a través del oscuro vacío llamado: “el pasado se quedó atrás, el futuro aún no ha llegado”. A esto se le llama transición. Tengo que creer que ese es el único lugar en el que los cambios verdaderos ocurren.
 
Tengo una sigilosa sospecha de que la zona de transición es la única cosa real y las barras son las ilusiones que soñamos para no ver el vacío. Sí, con todo el miedo que puede acompañar las transiciones, siguen siendo los momentos más vibrantes y llenos de crecimiento y de pasión en nuestras vidas. Y así, la transformación del miedo puede no tener nada que ver con hacer desaparecer ese miedo, sino con darnos permiso para “pasar el rato” en la zona de transición – entre las barras de trapecio – dejándonos habitar en el único lugar donde el cambio realmente sucede.
 
Puede ser pavoroso. Pero puede también ser esclarecedor. Flotando a través del vacío, podríamos aprender a volar”.
 
- Extraído de Warriors of the Heart, por Danaan Parry
 
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