Te contamos en qué consiste el síndrome agudo post-COVID-19

Mié, 05/26/2021 - 10:39
Si los síntomas duran entre 4-12 semanas a partir del inicio del primer síntoma, lo denominamos Síndrome Post-COVID-19 subagudo; y aquellos que persisten más allá de 12 semanas, Síndrome Post-COVID-19 crónico o persistente.

Poco a poco, hemos visto cómo han bajado considerablemente en nuestro país los casos de contagio por COVID-19, estadía en salas de hospitalización, en Cuidados Intensivos y fallecimientos.

 

Un 5% de la población, en especial entre los grupos de mayor riesgo, ha logrado vacunarse y han transcurrido ya meses desde que muchos enfermaron. Así, cada vez en mayor cantidad, nos toca ver en clínicas, hospitales y centros de salud, pacientes recuperados que manifiestan algún tipo de secuela. 

 

"Llamamos Síndrome Agudo Post-COVID-19 a la persistencia de síntomas más allá de las 4 semanas iniciales. Si estos duran entre 4-12 semanas a partir del inicio del primer síntoma, lo denominamos Síndrome Post-COVID-19 subagudo, y aquellos que persisten más allá de 12 semanas, Síndrome Post-COVID-19 crónico o persistente. La experiencia que tenemos a raíz de los brotes epidémicos de los dos Betacoronavirus tipo B que precedieron a éste, el SARS en 2003, y el MERS en 2009, sugiere que, en algunas personas, los síntomas pueden persistir de manera indefinida”, comenta sobre el ciclo completo de la enfermedad el Doctor Bruno Hammerschlag, internista, neumólogo e intensivista del Hospital Paitilla.

 

Se estima que estas secuelas se presentarán, en promedio, en el 10% de todos los casos diagnosticados. Pero pueden presentarse hasta en el 80% de los afectados en algunos subgrupos, y son con frecuencia peores, entre quienes tuvieron un COVID-19 más severo, en especial entre aquellos que recibieron soporte con ventilación asistida. Es crucial resaltar, sin embargo, que algunas secuelas, especialmente las neuropsiquiátricas y cardíacas, pueden presentarse incluso en quienes nunca tuvieron síntomas agudos (COVID-19 asintomático).

 

Las secuelas más frecuentes son respiratorias, neurológicas, psiquiátricas  y cardiovasculares: cansancio y fatiga sensación de falta de aire especialmente asociada a actividad física (subir una escalera),  depresión, ansiedad y trastornos del comportamiento; dolores de pecho, cabeza y articulaciones, debilidad muscular; además de los transtornos cognitivos (la alteración de nuestra capacidad para procesar y entender en función del conocimiento previamente adquirido y del nuevo, y en relación a lo que perciben nuestros sentidos); síntomas que producen un deterioro en la calidad de vida. Un 13% de las personas, en algunas series, se quejan de no haber recuperado del todo el gusto y olfato. Para algunas de ellas, hay tratamientos y programas de rehabilitación con un grado de efectividad que ha ido en aumento.

 

Los remedios en boga para tratar el COVID-19, al igual que en las pandemias del pasado, continúan creciendo. “Luego de casi un año y medio de pandemia, varios de estos suplementos, vitaminas y preparados a base de raíces, plantas, hojas y flores, han sido muy bien estudiados.  A pesar de su enorme popularidad, ninguno de ellos ha demostrado, a través de un estudio bien controlado, proveer ventaja alguna en la disminución o prevención de los contagios, acortar la duración de la enfermedad, aumentar las defensas contra ella, ni disminuir la mortalidad del COVID-19. Tampoco, han demostrado prevenir ni disminuir sus secuelas", detalla el especialista.

 

En resumen, todos ellos han fallado por completo en demostrar científicamente un efecto beneficioso, más allá de la opinión y beneficio de quienes los promueven. Aparte de algunos factores genéticos que han demostrado influir a favor y en contra, el estilo de alimentación (la microbiota intestinal), la disminución del peso corporal, el ejercicio regular y un muy buen control de los factores de riesgo, sin embargo, sí han demostrado hacer la diferencia”, enfatizó el Doctor Hammerschlag.

 

Con respecto a la recurrencia de la enfermedad, indica el Doctor Hammerschlag que “no tenemos hasta ahora, entre quienes ya tuvieron COVID-19, ninguna evidencia de mayor susceptibilidad a una segunda infección, ni que una segunda infección sea necesariamente más severa. De hecho, entre quienes lo tuvieron hay quienes desarrollaron ciertos anticuerpos y células protectoras que disminuyen su riesgo a una nueva infección. La protección es usualmente mayor entre quienes tuvieron COVID-19 severo, pero no podemos determinar aún por cuánto tiempo ni qué tan bien estarán protegidos, por lo que queremos vacunarlos. Sabemos que, algunas personas infectadas por segunda vez pueden ser asintomáticos o tener síntomas mínimos, pero transmitir el virus a otros. Hemos visto tanto reinfecciones asintomáticas, como otras produciendo una afectación mayor que la primera infección”.

 

Los tratamientos con que contamos hasta hoy nos han dado "ventanas de oportunidad". Funcionan en algunos momentos de la enfermedad, o bien, en determinados grupos etarios. Esperamos tener pronto medicamentos tópicos, orales, inhalados y parenterales, que prometen ser muy útiles y probablemente, cambiarán el curso y pronóstico de la enfermedad. “Por otra parte, después del agua potable, ningún otro factor conocido ha demostrado ser tan eficiente en prevenir enfermedades y prolongar la expectativa de vida del ser humano, como las vacunas", agrega.

 

Entre los años 1920 y el 2020, se dobló la expectativa de vida de la humanidad. Hace pocas semanas, se publicaron los primeros estudios demostrando la seguridad y efectividad de una vacuna contra COVID-19 en mujeres embarazadas y lactantes, y en adolescentes entre los 12 y 15 años. Además, se han iniciado los primeros estudios en niños y se documentó la presencia de anticuerpos protectores en un bebé, nacido de una madre vacunada durante el embarazo. Tenemos en conjunto, un panorama muy alentador, sobre todo si continuamos cuidándonos adecuadamente”, concluye el Doctor Hammerschlag.

 

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