La pelota no se mancha

Vie, 06/03/2016 - 19:53
A la pasión agreguémosle inteligencia

La realidad del fútbol nacional nunca había llegado a lo que ocurrió ese sábado por la noche en el Maracaná. El 14 de mayo se disputaba la semifinal del torneo Clausura de la LPF (Liga Panameña de Fútbol) entre el Deportivo Árabe Unido de Colón y el Plaza Amador.

 La pelea en el campo de juego había sido intensa: goles, grescas, expulsiones, remontada, tiempo extra y un gol que trajo consigo la batalla. 

En el minuto 117, Ricaurter Barsallo (Plaza Amador) marcó el gol que definía el partido. Con ese ‘tanto’ el Plaza, que debía remontar un 2-0 adverso del partido de ida, se ponía 3-0 a favor, lo que suponía su clasificación para la final del torneo a falta de muy pocos minutos.

Lo que vino a continuación fue ‘candanga’ en buen panameño. Ira, enojo, rabia, e impotencia se manifestaban entre los ‘hinchas’ con reacciones violentas.  La fanaticada ingresó al campo de juego, se suspendió el partido, las peleas se trasladaron a las gradas y el final fue vergonzoso: equipos de prensa robados, las instalaciones del Maracaná dañadas, personas heridas, etc. Todo lo contrario a la famosa y popular frase de  Maradona... parece que “la pelota está manchada”.

 “Son hechos lamentables los que se dieron el sábado 14 de mayo en el Estadio Maracana. Es una situación que nunca se debió dar si se hubiesen tomado todas las acciones necesarias para prevenir lo ocurrido. Pero es un reflejo de nuestra sociedad, y de lo que está pasando en nuestro fútbol local. Y una señal de alerta de que las cosas tienen que cambiar en todos los sectores involucrados en el fútbol; directivos, jugadores, fanáticos, prensa”, opinó al respecto la periodista deportiva Alessandra Mezquita cuando le consultamos por lo ocurrido. Y agregó: “creo que fue un comportamiento muy nuestro de nuestra sociedad, que se vio reflejado en un partido de fútbol. La falta de tolerancia y la falta de respeto al orden y a la autoridad. Se fueron mas allá de un juego, y pasaron simplemente al vandalismo. Fue un grupo de personas que aprovecharon que las cosas se salieron de control para hacer de las suyas, y esas personas no tienen amor ni respeto al fútbol, solo asisten a los estadios para causar problemas”. 

¿Cuánto más dejaremos que nuestros propios demonios florezcan en actividades que deberían ser seguras, familiares y sanas?

Recuerdo mis primeros años de adolescencia en Buenos Aires, mi papá y mi hermano (hinchas de Racing Club de Avellaneda) iban a la cancha cada vez que podían; ese “plan familiar”, que es el fútbol en definitiva, es para algunos algo sagrado, algo que no se negocia, algo con lo que no se juega, no se toca… pero como ocurre en todas las religiones, sus adeptos pueden llegar a lo impensado en su nombre.  

Todos conocemos aquel video viral del Tano Pasman (quizás lo recuerdes como aquel video del hincha esquizofrénico, como lo tildaron muchos en Youtube) mirando en su casa el partido decisivo para River Plate, aquel donde ocurrió lo catastrófico: uno de los clubes más prestigiosos de Argentina “se iba a la B”. Sus hijas lo acompañaban, pero las pastillas ansiolíticas también.

El fútbol para algunos se sufre, se vive intensamente, se llora, se grita… pero de allí al otro lado hay una línea que es muy delgada… y en ciertas ocasiones, casi imperceptible. Jorge Barraza, explica en su escrito “'Barras bravas', entre el fanatismo y la muerte” lo siguiente: “El fútbol en sí mismo no genera violencia, sino alegría, emoción. Hay una violencia social, sobre todo urbana, que encuentra en la popularidad del fútbol un canal ideal para expresar su agresividad. Subirse al fútbol es sencillo. No hay demasiados requisitos, se compra una entrada (o se la consigue de otra forma menos decente) y luego es cuestión de tomar una puntita de la bandera y empezar a fabricar fervor”. 

¿Habrá, después de todo, una manera de revertir esta realidad?   

Qué dice la historia

Tragedias en el fútbol, a causa de violencia, hubo muchas. Una de las primeras que se registra fue en el año 1902 en Ibrox Park, Glasgow, Escocia. Se produjo tras el colapso de la grada Oeste del estadio de los Rangers y hubo 25 muertos y 517 heridos. 

 En 1946, 44 muertos y 500 heridos en Bolton, Reino Unido, tras un encuentro de Copa entre el Bolton Wanderers y el Stoke City. 

En 1964, una de las primeras tragedias masivas en Latinoamérica. Fallecieron 301 aficionados en el Estadio Nacional de Lima en un partido Perú-Argentina. Y estás son solo algunas de las tantas que han ocurrido. 

Pero quizás una de las historias de cambio más impresionantes ha sido la de los ‘hooligans’.  “La muerte ha arrojado su sombra sobre el estadio. Ha habido muerte y horror. Violencia. Y simplemente terror”, esas fueron las palabras de un narrador deportivo sobre las escenas que se vivieron en el estadio de Bruselas en la final de la Copa Europea entre el Juventus italiano y el Liverpool inglés en el año 1985. 39 personas fallecieron ese día, fue uno de los sucesos más fuertes de la época oscura del fútbol inglés. 

Se trataba del fenómeno de los ‘hooligans’, que para los años 70 ya se había popularizado bajo el nombre de “la enfermedad inglesa”. Y aunque la violencia en el fútbol no era algo exclusivo de Europa, es una de las historias que más se recuerda mundialmente. 

Cas Pelans era tan solo un jóven cuando los ‘hooligans’ estaban en pleno auge. Pero en un relato a la BBC de Londres, el cuenta: “"Al poco rato, yo estaba metido en plena pelea. Y lo extraño es que la emoción era increíble. No puedo explicarlo. Entonces el líder vino y me dijo: 'lo hiciste muy bien'. Y me dio un trago de whiskey, que nunca había probado en mi vida". Pelans dice haber tenido algo que no había tenido en toda su vida: “la camaradería, el pertenecer, casi tener otra familia”. 

Bajo esos conceptos era que el fenómeno crecía y conseguía más adeptos. Hasta que en los años 80 llegó el cambio... El ‘hooliganismo’ se había vuelto más organizado, más violento, pero Margaret Thatcher, La Dama de Hierro, anunció las medidas para controlar los desórdenes. Allí nacieron las leyes contra la violencia del fútbol, si alguien eran condenado ante los tribunales por eso, iba preso y tenía prohibido el acceso a los partidos. Además instalaron cámaras de circuito cerrado de televisión y la vigilancia constante dentro de los clubes. Pelans, eventualmente, fue preso como consecuencia de sus actos y luego encontró otro rumbo en la literatura... cuando la BBC le preguntó si se arrepentía de su pasado, él contestó: “Muchas personas como yo no reciben ayuda porque se piensa que no van a lograr salir del círculo vicioso. Pero quiero decirle algo a la sociedad: sólo abran la puerta, dénnos un chance. Si creen que mi historia es increíble, hay alguien como yo en cada pueblo. No puedo echar para atrás el pasado. Lo importante es cómo sales de él. Qué haces con él. Eso es lo que cuenta”.       

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