'Araña', el hombre que representa la esencia del congo

Sáb, 05/23/2020 - 12:14
De sus 68 años de vida, Armando Chiari lleva 40 disfrazándose. Ha vivido dos pandemias y tiene una discapacidad, y aún así sigue su misión de preservar la cultura declarada patrimonio inmaterial de la humanidad. En el Mes de la Etnia negra acompáñanos a un viaje por la cultura de origen afrocolonial.
Es Miércoles de Ceniza en Portobelo, un pueblo enclavado a orillas del Mar Caribe donde permanece viva la herencia afrocolonial. El mar pinta de cobre y plata el horizonte, mientras que las tuberías tiran sus aguas negras en las calles del pueblo. Cada rincón, cada esquina están llenos de diablos con enormes máscaras asustando a la gente y de congos con sus rostros pintados de negro haciendo ‘morisquetas’. Hoy es el bautizo de los diablos congo, y hay baile. 
 
 
En su casa, ubicada cerca de la iglesia, Armando Chiari se transforma en “Araña”, uno de los congos más respetados de la provincia de Colón. Le conocen como “El cojo” porque tiene la pierna derecha atrofiada, producto del polio que sufrió cuando era un niño. Chiari es víctima de la epidemia de poliomielitis (o polio) que ocurrió en el país en la década del 50 y que obligó a las autoridades a suspender los carnavales de 1951. Su discapacidad no fue impedimento para desarrollar su talento en el baile. De sus 68 años de vida, Chiari lleva 40 disfrazándose para danzar. 
 
 
Antes de que caiga el sol, comienzan a retumbar los tambores en la plaza central afuera del palenque de Portobelo, un rancho de cuatro columnas y techo de zinc que simula las comunidades a donde huían los negros cimarrones en la época de la esclavitud, en América. Alrededor esperan los espectadores sentados en el suelo o en las sillas plegables que han llevado de sus casas para apreciar la dramatización. 
 
Araña se roba las miradas. Luce mayor que muchos de los danzantes presentes. Un enorme sombrero decorado con plumas y estopas cubren su rostro, pero siempre se asoman su nariz achatada y su enorme sonrisa como tablero de ajedrez. Lleva puesta una chaqueta azul y sobre su camisa amarradas algunas cuerdas, con precisión de cirujano, que le sirven para “espantar al demonio”. “El congo se viste con lo que encuentre”, suele decir.
 
 
Esta es una batalla entre el bien y el mal. Los buenos son los congos, quienes representan a los negros africanos o cimarrones que lucharon, se resistieron y huyeron del yugo español durante la época colonial. Los malos son los diablos, cubiertos con ajustadas ropas negras y rojas y  las pantorrillas adornadas con cascabeles. Saltan, pujan y merodean para robarse a la minina, la hija de los reyes de la corte, e imponer la maldad. Los congos cuidan la corte y bailan con las mujeres, quienes llevan sus tradicionales polleras elaboradas con telas de muchos colores. Ellas mueven sus caderas con cadencia, mientras que los ‘nengres’ agitan todo su cuerpo al ritmo de los cueros; aceleran, paran, brincan y dan vueltas.
 
 
 
Pero Araña se mueve diferente al resto. Él no es tan rápido como los demás, su ‘sabor’ está en su tronco que inclina hacia adelante y hacia atrás, mientras se impulsa con la pierna izquierda y sacude sus hombros. Entra por momentos a la pista de baile para seducir a una de las bailadoras. Después se retira lentamente hacia un costado arrastrando su pierna derecha. 
 
 
Los diablos usan látigos con los que azotan a los congos para personificar al español esclavizador. Los congos se sublevan en contra de su amo. Los ángeles congos persiguen a los diablos, los desenmascaran y los bautizan, para convertirlos al bien. Triunfan cuando por fin logran bautizar al diablo mayor, el de más relevancia y sapiencia dentro del palenque.
 
 
Esta escena entre el negro y el español, la religión y el demonio, es el cierre del Tiempo de Soto o temporada congo en cualquier lugar donde haya estado la bandera blanco y negro, izada desde el día de San Sebastián, que cada año marca el inicio de esta fiesta.
 

 

Una leyenda viva 

¿Por qué Araña es una leyenda dentro de la cultura congo y los expertos en patrimonio hablan de esta figura en sus ponencias sobre la cultura? La clave: Araña no simplemente se “disfraza” de congo. 
 
 
Este es mi espíritu. Congo es inspiración de uno mismo… Soy el mejor congo. Se presenta antes de entrar en la casa donde vive solo, en Portobelo, para transformarse en el personaje de las postales del Festival de Diablos y Congos de Portobelo. 
 
Araña es la esencia del congo, hecha persona. Dice la ‘profe’ Leticia Levy, una de las personas que levantó  la información para proponer ante la Unesco la candidatura de la cultura congo, que en noviembre de 2018 fue nombrada patrimonio inmaterial de la humanidad. 
  
Levy destaca que la forma de moverse de Araña es particular. —Sus movimientos son bastante fuertes. Así mismo como él camina, baila; de esa manera la gente ve que lo hace con un sentimiento, un amor... que es a lo que nosotros le llamamos la esencia… Tiene todas las habilidades, aunque esté con esa discapacidad. ¡Es un congo tremendo!
 
Para llegar a casa del enigmático personaje es necesario atravesar el pueblo, erigido en el Atlántico panameño, que entre los siglos XVI y XVIII fue corazón del comercio entre las Américas y la corona española. 
 
 
En la entrada, reciben al visitante vestigios de un sistema defensivo de fortificaciones creado por la corona española y declarado patrimonio de la humanidad en 1980. En la actualidad, la exuberante selva y algunas viviendas se comen los fuertes, que se encuentran dentro de la lista de patrimonio mundial en peligro de la Unesco desde 2012. 
 
La morada de Araña está ubicada detrás de la antigua iglesia San Felipe, donde reposa el popular Cristo Negro de Portobelo, y que en 1928 fue declarada monumento histórico nacional. 
 
Armando apareció repentinamente sobre su oxidada bicicleta, con el pequeño cerro de fondo pintando el paisaje soleado. Puso el pie izquierdo en el piso para bajarse del único medio de transporte que lo mueve por las estrechas —algunas veces enlodadas y otras llenas de basuras— calles del histórico distrito. 
 
Entrar en su casa es como introducirse en un portal hacia una dimensión desconocida: se pasa, de repente, de un abrazante sol caribeño a una intimidante oscuridad. Alrededor hay tres habitaciones donde se observan cartuchos guindados y vasijas plásticas vacías tiradas. Armando ha construido la casa él mismo con algunos subsidios que le ha dado el Estado. El dinero que gana raspando pailas (a dólar por libra) y elaborando ‘rallos’ para cocinar, a duras penas le alcanza para alimentarse. En Portobelo se trabaja “de lo que se pueda”, justifica.
 
Araña, hijo de un tambolero, desde niño estuvo rodeado de las tradiciones afrocoloniales. 
 
 
Yo aprendí a bailá viendo. El artista cuando baila, se mueve con el corazón. Nací con ese don. 
 
 Comenzó en lo del congo cuando era un insulto hablar de la cultura afro en otros ámbitos, porque se decía “que eso era cosa de negros maleantes”. 
 
Levy reafirma las palabras de Araña, y explica que la nominación por la Unesco, la reciente ley que creó el patronato para los festivales, así como la Ley 9 del 30 de mayo de 2000 (que declara el 30 de mayo como ‘Día de la Etnia Negra Nacional') han venido a reivindicar, en parte, el valor de la cultura congo, que, como el resto de las pertenecientes a la etnia negra panameña, ha sido relegada, negada. 
 
- Antes de la declaratoria llegábamos a los actos y la gente nos menospreciaba, tiraban objetos para que no bailáramos, decían ‘saquen a esos negros’. Dice Levy. 
 
Araña sacó de una de las tres habitaciones una gran “chupa” o mochila, hecha con una funda de almohada, donde los congos guardan sus pertenencias. Comenzó a extraer sutilmente del interior las ropas dobladas perfectamente como figuras de origami y fue poniéndose cada pieza sobre lo que vestía. 
 
Armando lleva disfrazándose de congo más de 40 años. Solo dejó de hacerlo durante dos años; su adicción al alcohol le ocasionó problemas de salud y se vio obligado a “bajar la revolución”.  “Hasta el sol de hoy” ha seguido lo que llama su “misión”: ayudar a preservar la cultura. 
 
Mientras se amarra cuerdas alrededor de la ropa y los zapatos, critica que en la actualidad muchos jóvenes no se visten “natural”. 
 
—Se ponen cualquier cosa porque piensan que es relajo. El congo tiene que vestirse con saco, soga, sombrero de pluma. Hoy se ponen cascos, no se amarran como es debido, tiene que cruzarse para el demonio, si no sales amarrado el diablo te puede llevar. 
 
 
Y como el diablo “de vedda vedda” es un “asunto serio que busca al congo”, no basta con el amarre, debe tener además sus “credenciales”, su tesoro que elabora con juguetes viejos y los elementos que encuentra por las calles y que le parecen llamativos. También se coloca los collares que él mismo confecciona con cuencas. 
 
Finalmente, Araña pinta su rostro con carbón, se coloca unos viejos lentes verdes (su sello personal) y sonríe, como satisfecho. Entonces comienza a soplar el pito que lleva entre sus collares, brinca y sacude su cuerpo, como si lo llamaran los tambores del ritual.

 

De generación en generación

En la época de la Colonia los conquistadores españoles trajeron a Panamá esclavos provenientes de África para hacer las labores más pesadas. Muchos de ellos se rebelaron y huyeron a las montañas donde formaron los denominados palenques o comunidades en las que se refugiaban. Los negros buscaron la manera de distraerse y mofarse de los jefes españoles, se colocaban las ropas al revés, se pintaban el rostro de negro y realizaban sonidos que viajaban a distancia para comunicarse entre poblaciones sin que los blancos entendieran lo que estaban haciendo. 
 
 
Conservaron sus tradiciones ancestrales hasta hoy, donde los palenques son una recreación de esos sucesos que sufrieron los ancestros africanos, pero estas estructuras temporales han ido desapareciendo con el tiempo, por falta de interés de las nuevas generaciones y decisiones de los gobiernos locales.
 
La apariencia y la manera de bailar no son las únicas razones por las que Levy llama a Araña "uno de los mejores congos ahora mismo". Que transmita sus conocimientos a las nuevas generaciones es una característica invaluable. Esto es primordial para mantener la declaratoria como patrimonio inmaterial de la humanidad. 
 


Leer más: La cultura congo es declarada patrimonio de la humanidad

 
‘Pájaro loco’ es uno de los aprendices de Araña, su “bastón”. Aparece en la puerta con sus ropas color crema, también al revés, una media verde y otra azul, para incorporarse a la charla junto a su maestro.
 
 
- Buena nocho, mucha gusta. Dijo, a plena luz del día.
 
La ropa no es lo único al revés. El congo también habla su propio dialecto, que se adquiere con “práctica” como recalca el joven, quien algunas veces dice palabras cambiándole el significado y las vocales, y otras el género. Uno entiende por instinto. Se acerca a la sala caminando, mientras arrastra los pies y baila.
 
- Desde chucutita yo mirabo a Adaño. Le decía ‘Adaño, Adaño, ¿cuando yo sali contiga? Mi dice, cuando tu coja un poquita de crecimienta. Tu hari. Y siempre ibu trás de él. Hasta que a los 12 añas, pur uhi, el me dijo que yo estaba lista… Cuando fui aprendiendo con Adaño el fue enseñándome cada pasa, y toda esa explicación me abrió la mento y me hizo un nengre especiale ahora.
 
Cuando no está vestido de su personaje, Pájaro loco es Casio “como el reloj” Betegón. Un portobeleño de 22 años que se gana la vida como barbero, ayudante de construcción y limpiando la iglesia. 
 
- Aquí nos ganamos la vida trabajando en empleos temporales. Hacemos ‘camarones’.
 
No siempre fue así. En la época en que los norteamericanos “tenían” el Canal, había mucha plata, como asevera Araña. Él ganaba hasta 800 dólares al día llevando a los “gringos” a bucear en las islas cercanas. Hoy, llegan algunos buses con turistas a los fuertes y no “dejan ni un real”.
 
Casio lamenta el abandono que siente en su poblado por falta de acción de las autoridades locales. En Portobelo, no hay agua potable. También se queja del escaso presupuesto que se destina a la cultura.
 
 
- El gobierno no apoya a la cultura. El palacio del congo lo hicieron de cemento, y no debe ser así, debe ser de madera, temporal. Y solo lo adornan cuando es época. Se inunda.
Ambos sienten orgullo de ser congos. 
 
- Somos centro de alegría. Hacemos que las personas sientan curiosidad por la cultura. Eso es el valor, dice Araña.
 
Cuando llega la tarde, es hora de ir al palenque a iniciar el show. Araña se dirige a la plaza y se integra a la multitud de congos que, junto a los diablos y los ángeles animarán al pueblo este Miércoles de Ceniza para olvidar temporalmente la desidia que les rodea.
 
 

 

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