Olga Sinclair, la mujer que representa a Panamá con su arte y misión altruista

Lun, 12/03/2018 - 15:57
Con una sonrisa siempre en su rostro, la pintora panameña nos abrió las puertas de su fundación para conocer mejor su misión por Panamá.
Para Olga Sinclair, Panamá representa su hogar, su casa. Es por ese motivo que la artista quiere que el país cambie para bien y no se quede atrás. Esa fue una de las razones que la llevó a querer  trabajar por la niñez del Istmo, construyendo una fundación que promueve espacios sanos, llenos de cultura y arte.
 
“El arte hace que la vida de uno cambie. Deja de ser una vida rutinaria, vacía o sin sabor, y se convierte en una vida de goce. Por eso es que el arte no es algo elitista, sino una necesidad en la vida del ser humano. Gracias a eso creo que mi vida pudo conducirse de la manera como se ha hecho, y eso me inspira a compartir con tantos niños y decirles lo importante que es contar con un ambiente sano y con un nivel de cultura elevado”, expresó la artista panameña durante la entrevista. 
 
 En medio de lienzos, pinceles, cuadros y la brisa de media mañana golpeando en los altos ventanales de su fundación, ubicada en Casco Viejo, Olga se sentó a conversar con nosotros acerca de su visión, del país, la política y el feminismo.
 
¿Cómo llegó el arte a su vida?
Nací en un hogar donde había un gran artista, que es mi padre y creo que todos lo saben. Alfredo Sinclair trajo el modernismo a Panamá. Yo nací  rodeada de obras de arte y de un ambiente sano, lleno de cultura y buenas costumbres, lo cual creo que es importante para la vida de un niño.
 
¿De alguna manera siente que amplió el legado de su padre?
He apoyado, he contribuido desde mi plataforma humilde. Creo que él hizo lo más importante que era irrumpir en un mundo en donde una nación no estaba preparada para un artista con una visión moderna tan amplia. Él pintaba como los grandes modernistas europeos de los movimientos de París, de Roberto Mata en Chile; él ya lo estaba revolucionando todo. Lo mío es simplemente continuar ese legado, pero ya no a través de mi propia pintura, sino a través de la fundación, llevando el arte a los niños. Creo que la verdadera manera de sacar un país hacia adelante es a través de la educación, poderlos instruir acerca del arte universal, de lo que está ocurriendo en el mundo entero.
 
¿En alguna época de su vida sintió que estaba bajo la sombra de su padre?
Por supuesto que sí, los primeros 20 o 30 años de mi pintura. Yo creo que todo alumno está bajo la sombra de su maestro hasta que irrumpe con sus nuevas ideas, como le pasó a Carl Gustav Jung con Freud. Él era el preferido de Freud hasta que se independizó con sus ideas y rebatió al maestro. En mi caso yo no refuté a mi padre porque no tenía por qué hacerlo. Simplemente desarrollé, desde su plataforma de estilo, el mío propio. Y creo que lo logré, la abstracción mía los últimos diez años demuestra que definitivamente soy yo la que está pintando, no es mi padre.
 
¿Por qué motivo su carrera tomó un giro hacia lo social y decidió abrir la fundación?
Ese fue un proceso espiritual que me tomó años, desde un acontecimiento que tuve. Mi vida interna cambió al punto de que comencé a ver en sueños elementos, luces, formas, que nunca antes había visto. Eran sueños que casi había que decodificar, eran muy extraños y me llevó a un proceso de introspección muy largo, en donde fui deshaciéndome de objetos materiales, alejándome de ciertos amigos. Tuve que buscar la sintonía conmigo misma para comprender qué estaba sucediendo. Hasta que un día decidí pintar lo que veía en los sueños. 
 
A través de los años, desafortunadamente vino un divorcio a mi vida, pero en esa soledad comprendí lo que estaba pasando. Por eso siempre digo que uno nunca debe rechazar las cosas buenas ni las cosas malas que pasan en la vida, porque cada una tiene una razón de ser. Ese proceso llevó alrededor de nueve años, hubo momentos de ayuno y soledad, y allí comprendí que debía enfocarme en una fundación. 
 
¿Qué iniciativas cree que se pueden adoptar en Panamá a favor de la cultura?
Creo que iniciativas hay muchas ya, lo cual agradezco. Yo siento que la misma población y los gestores culturales han sentido la necesidad de participar, mas no siempre de criticar al Estado. Porque siempre lo hacemos. Lo que nos molesta es que tanto se pierde en la Asamblea Legislativa, y tanto se roban, que ese dinero no va a políticas culturales, necesarias para hacer de todos estos movimientos algo legítimo.
 
¿Cree en la política? ¿Y en los políticos?
Obviamente que en los políticos no creo ni volveré a hacerlo. Pero creo que la política bien llevada tiene que ser algo importante. Hay una historia política de la humanidad. Desafortunadamente, ahora ha habido elementos y momentos de guerra terribles y tajantes;  paradójicamente, después de esos conflictos viene una paz, una depuración de la esencia humana que de una manera u otra soslayamos diariamente a través de elementos vulgares y vacíos que nos proveen la televisión y los medios.
 
¿Alguna vez pensó en ocupar algún cargo público?
Me los han ofrecido, pero siempre los he declinado. Yo soy artista, el artista no sirve para un cargo público, no sabe administrarlo. Zapatero, a su zapato. Hay que respetar a personas preparadas para esos puestos. Lo que habría que hacer es modificar el pénsum académico de nuestras universidades, y a todos los estudiantes que pudieran ser en un futuro funcionarios públicos, darles materias culturales, humanistas, que los preparen para ser seres humanos, antes que funcionarios.
 
¿Qué sería un país justo para usted?
Soy panameña, pero tengo nacionalidad holandesa. Holanda es un país maravilloso, lo amo, lo admiro. Y todas estas marañas en las cabezas tercer mundistas de pueblo pequeño, no las tienen los holandeses. Son gente de avanzada, han sabido manejar las ciclovías, han quitado coches, han disminuido las emisiones tóxicas, para el 2025 todos sus coches deben ser híbridos. Todas esas políticas ya las están aplicando. Se te puede perder un celular, y al rato te llaman del altoparlante para avisar que lo recojas en los “lost and found”. No digo que en Panamá seamos un país perfecto, pero gracias a esa mente amplia, Holanda ha logrado muchas cosas que el mundo sueña.
 
En todo el tiempo que tiene de carrera, ¿siente que en el ámbito cultural existe el machismo?
No creo. Siempre mi papá me entrenó para que pintara bien y para que pudiera analizar mi propia obra a través del conocimiento de la estética pura. Al hacer la pintura que hago y olvidarme de que soy mujer, sino ser simplemente una artista pintora, no siento que mi pintura sea feminista ni que se note que está hecha por una fémina. Y cuando la he sacado de Panamá y llevado a otras partes, el público ha respetado mi pintura como una artista, no como una mujer artista; y ha pagado mis precios como una artista, no como una mujer artista. Simplemente es mi calidad de obra la que sustenta su valor.
 
¿Se siente parte del resurgimiento actual que existe del feminismo?
Sinceramente ese movimiento es lógico, es el resultado de cientos de años de la mujer sometida. La historia de la humanidad lo dice. La mujer ha sido sometida, y obviamente cuando tú llenas una canasta a un extremo, se desborda; y ahora mismo la canasta está desbordada. Pero vengo de un hogar donde mi padre tenía respeto y admiración por mi madre y por mí como hija. Él me implantó ideas futuristas que nunca jamás he sentido que tenga que ser feminista o machista, soy como soy, y punto. Pero eso sí, él solía decirme: “vuela alto y ten independencia económica para que no dependas de un hombre, porque tú estás hecha para un hombre de altura, no para un hombre que no aprecie a una dama como tú”. Como él nos trataba tan lindo, no me siento reprimida ni mucho menos que tenga que luchar contra los hombres. Para mí un mundo sin hombres sería fatal y desastroso, porque todavía me encanta que un hombre me envíe un ramo de rosas y me trate bien. Yo creo que ese respeto se lo gana cada mujer.  
 
 
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