El nuevo matrimonio: un innegable cambio se acerca

Lun, 05/09/2016 - 17:10
Esta antigua institución ha estado en permanente cambio, ¿serán las nuevas generaciones las que salven el amor?

“Se te va a pasar el tren”, “Por favor, búsquenle un novio”, “Hay una cuestión con el reloj biológico”, etcétera, etcétera, etcétera. 

¿Les resultan familiares? Pues son los lemas de generaciones adultas tratando de hacer comprender que el tiempo pasa, nos hacemos viejos, y no nos hemos  casado, ni hemos tenido hijos. 

No es un secreto para nadie que las nuevas generaciones se estén cuestionando el modelo tradicional del matrimonio, y lo posterguen o incluso, lo den por algo obsoleto y opten por no casarse nunca… ¿Será que se han terminado aquellas historias de amor para toda la vida en las nuevas generaciones? 

Paula Schargorodsky, tiene 35 años, es argentina y proviene de una familia judía. En el 2013 revolucionó las redes sociales con un minidocumental sobre su vida de soltera, en el que muestra cómo todas sus amigas se fueron casando y ella… quedó sola. 

Dos años después, Paula encontró a su pareja, alguien “más gitano que ella”, reveló en una entrevista para CNN, pero también acotó: “Nuestra generación un poco quedó en el medio. Seguimos anhelando ese modelo de nuestros padres de creer en el amor para toda la vida… y por otro lado, queremos esa libertad, esa adrenalina, esos viajes, esa juventud extendida que todavía tenemos a los 30 y pico y somos un poco adolescentes. Entonces estamos medio tironeados entre los dos modelos. Estamos queriendo entender y configurar uno".

Un viaje en el tiempo

El primer matrimonio registrado en la historia fue en el año 4.000 a.C. en Mesopotamia, allí, en una tablilla se dejaba por sentado el pacto que realizaban la mujer y el hombre, junto con sus derechos y deberes. 

Nunca nadie supo a ciencia cierta por qué el matrimonio se comenzó a formalizar. Los estudiosos del siglo XIX alegaban dos teorías: la primera era que se trataba de un tema de evolución en la sociedad y la aparición de nuevas maneras de estructurar a la gente, y la segunda, que era un fenómeno universal. 

Pero lo que comenzó a suceder en el mundo antiguo es el “Game Of Thrones” de antaño: a través de estas uniones, las élites mantenían el poder y expandían los vínculos sociales y los territorios, todo mediante alianzas con herederos en común, o familiares.  

Durante gran parte de la Edad Antigua, por ejemplo, para los sumerios, el matrimonio era una especie de contrato en el que los padres del novio y los padres de la novia establecían una relación de colaboración. 

En Esparta, el matrimonio significa la procreación de nuevos hombres fuertes. La homosexualidad era permitida, pero el matrimonio era obligatorio. Podía ocurrir a partir de los 20 años y el marido debía fecundar a su mujer para, acto seguido, volver a reunirse con los hombres.

Y luego llegó el Imperio Romano, donde la Iglesia trajo el concepto de monogamia, prohibió la consanguinidad. Existía en aquellos tiempos un concepto parecido al que tenemos hoy en la modernidad llamado coemptio, que se podría traducir por “compra recíproca”, donde los interesados se hacían regalos y los padres de familia no estaban relacionados con la unión.

Pero cuando el Imperio Romano cayó, y la Iglesia cobró auge, otros conceptos comenzaron a asomarse, por ejemplo, el que el matrimonio es una unión de dos personas ante Dios, este fue el momento en la historia cuando el matrimonio no era algo civil únicamente, sino algo religioso. 

Y luego, el cambio más radical que existió en la historia del matrimonio fue después de la Ilustración y el pensamiento positivista (finales del siglo XVII hasta la Revolución Francesa).  El amor comenzó a ser parte de la ecuación.  Hasta que en la primera parte del Romanticismo (siglo XIX), el amor se instauraría como centro del concepto del matrimonio. 

La explicación es sencilla: la Revolución Industrial trajo consigo una gran clase media. El hombre ya no vivía en el campo, y tenía acceso a ciertas cosas, viajaba a las grandes ciudades y tenía la posibilidad de elegir con quién se casaría porque ahora su trabajo daba fruto.  Fue también cuando comenzaron a surgir muchos movimientos revolucionarios femeninos. 

Así que, el siglo XIX fue el siglo del amor, poco a poco los matrimonios por interés volvieron a ser parte de las familias reales y la aristocracia. El amor había vencido. 

Y el siglo XX fue el del sexo… A partir de los años 70 en adelante, las relaciones sexuales esporádicas dejaron de ser un tema tabú para comenzar a ser algo más visible, y la aparición de métodos anticonceptivos hicieron ese proceso mucho más fácil. A finales de los años 70, la legislación de la mayor parte de países occidentales ya consideraba al hombre y a la mujer como iguales. 

La pregunta original

Volvamos a la pregunta original… Hoy día, la edad promedio de un primer matrimonio es los 27 años para una mujer, y los 29 para un hombre. En 1960, era, 20 años para la mujer y 23 para el hombre.  Además, existen reportes que muestran que aproximadamente el 25% de los millenials no se casará nunca. Y ese sería el mayor porcentaje de nuestra historia moderna. 

Pero el reporte, realizado por PEW, también asegura que las nuevas generaciones prefieren la convivencia antes que el matrimonio, y que aun así, 70% de ellos tienen esta unión como un hito o deseo en sus vidas.

Pero es interesante notar que el estudio también señala que en contraste con los patrones del pasado, cuando los adultos en todos los grupos socioeconómicos se casaron con más o menos al mismo ritmo, el matrimonio hoy en día es más frecuente entre aquellos con mayores ingresos y más educación. 

De hecho, las tres explicaciones más populares que los millenials han utilizado para explicar este fenómeno han sido que no han encontrado a la persona adecuada (30%), no tienen suficientes ingresos (27%) y que no están establecidos apropiadamente para este paso (22%).

Quizás lo que está ocurriendo es un cambio de prioridades. Por mucho tiempo el matrimonio se consideró como una meta esencial en la vida de una persona. Hoy ya no es más así. Esto también lo reflejan las cifras, las cuales indican que el 60% de los jóvenes entre 18 y 29 años opinan que la sociedad se mantendría ‘bien’ si las personas no tuviesen como prioridad contraer matrimonio y criar hijos. En cambio, los adultos (personas de más de 50 años) no opinan lo mismo... ellos creen que la sociedad es mejor si las personas se casan y tienen niños.

Un pensar distinto

La psicóloga de Psychology Today, Susan Pease Gadoua, asegura en uno de sus artículos que los millenials están cambiando las reglas sobre el matrimonio. “En lugar de tener solo una opción para casarse con la misma vieja manera, o no casarse, vamos a conseguir un poco de imaginación y llegar con opciones maritales que serían más adecuadas para una variedad de personas, entre ellas una unión ensayo a corto plazo para las jóvenes parejas, un matrimonio crianza de los niños para los que le gustaría ser nada más que compañeros de los padres, o una disposición de vivir separados socialmente aceptable”, explica la experta.  

En los  años 90, muchos catedráticos y psicólogos se hicieron la misma pregunta que hoy nos hemos hecho. Y Stephanie Coontz, una historiadora en el Evergreen State College en Washington, decidió escribir un libro al respecto y examinar 5000 años de hábitos humanos, para darse cuenta de una sola cosa: las formas en las que hemos pensado y construido la unión legal entre un hombre y una mujer siempre han estado en continuo cambio. De la obediencia pasamos a la intimidad, de la conveniencia económica y política al amor, algunos han decidido volver a la obediencia, otros a la conveniencia. 

Y probablemente los millenials estén protagonizando uno de los cambios más profundos de la historia… Sí, las viejas formas están siendo rotas, retadas, pero, ¿cuándo en su historia el ser humano se ha quedado con más de lo mismo? Quizás en este ‘pensar distinto’ las nuevas generaciones reinventen la manera en la cual las personas se unen, y logren por fin rescatar la esencia de lo que significa estar en una relación.   

 
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