Centro Andrés Cristóbal Toro: un rayo de luz en la oscuridad

Lun, 09/23/2019 - 14:50
Por más de cinco décadas, la Unión Nacional de Ciegos ha significado una esperanza para las personas adultas con discapacidad visual. Allí son rehabilitadas para incluirse en la sociedad y ser independientes.
¿Alguna vez has cerrado tus ojos y has intentado movilizarte o hacer alguna actividad en la oscuridad? Este ejercicio puede ser complejo, desesperante, aterrador… pero siempre puedes buscar de nuevo la luz.  Una persona ciega no tiene esa opción, entonces debe aprender a vivir entre las penumbras.
 
En el Centro de Rehabilitación Integral para Personas Ciegas y de Baja Visión Andrés Cristóbal Toro, las personas con discapacidad visual aprenden a valerse por sí solas logrando así incluirse en la sociedad, para "ganarse la vida sin recurrir a la mendicidad", como dice su lema. Una oportunidad para superarse personal, social y profesionalmente. 
 
 
El centro funciona como un internado para personas adultas que han perdido su visión por diversas causas; también como espacio de interacción de sus socios. Está ubicado en Las Lajas, corregimiento de Las Cumbres, y pertenece a la Unión Nacional de Ciegos (UNCP), organización sin fines de lucro que comenzó a funcionar desde el 17 de noviembre de 1962. 
 
Miguel Vega, se superó y desarrolló su autonomía gracias a lo aprendido en el lugar. Hoy es el presidente de la UNCP. Vega nació con problemas severos en su visión, y la perdió por completo cuando estudiaba Administración y Contabilidad en la universidad. “No la pude terminar (la carrera) porque la vista no me dio, así que tuve que buscar otra alternativa, estudié Derecho y soy abogado penalista. Actualmente estoy terminando una maestría en docencia superior, ya que me entretiene dar clases”, cuenta.
 
Vega explica que al igual que él, existen muchos otros casos de superación en la Unión, donde se han capacitado a más de 700 personas a nivel nacional, en sus 56 años de existencia. “Muchos se han preparado aquí, se van a sus pueblos y abren otros grupos, otras oenegés; pero esta se mantiene como el pilar más fuerte. La Unión Nacional de Ciegos fue la primera organización para personas con discapacidad en Panamá. Toda su directiva son personas ciegas”, detalla.
 

¿Cómo funciona el centro? ¿Cuál es la clave para que las personas con discapacidad puedan aprender a encarar un mundo cada vez más dinámico?

El Centro se basa en dos pilares fundamentales, según sostiene Vega. Uno es Rehabilitación Básica Funcional que “brinda las herramientas necesarias que ayuden al individuo a desenvolverse de forma autónoma y a descubrir sus talentos”. Luego, pasan de rehabilitantes a Inclusión Educativa, que es el segundo pilar, un albergue ubicado en la parte trasera del Centro. “Cuando descubrimos que la persona es muy inteligente, puede desarrollar muchas habilidades e ir a la universidad, le abrimos el espacio. Después viene otro grupo y van incluyéndose, y así sucesivamente. Aquí le ofrecemos la oportunidad de que aprendan todas las herramientas básicas”, asevera. 
 
Con ayuda de los voluntarios y cinco instructores, alrededor de 30 internos y varios estudiantes externos aprenden el uso del bastón, cómo tomar el transporte público y moverse de un sitio a otro, al igual que el desempeño de tareas y actividades cotidianas. Además, el sistema Braille de lecto-escritura, manualidades, matemáticas con el uso de un ábaco especial y cultura en general, en un lapso aproximado de un año, siguiendo el calendario regular del Ministerio de Educación. 
 
 
También les dictan clases de inglés y aprenden informática por medio del sistema de lectura de pantalla Jaws for Window.  Las computadoras del salón de informática y del centro de investigación para el uso de socios cuentan con este sistema, que les facilita la navegación a los usuarios. “A medida que utilizan el menú con el programa parlante, este les va deletreando cada línea. Ellos tienen la pantalla encendida pero no la necesitan, se guían por lo que la voz del programa le va diciendo… A ellos se les ha enseñado que, al igual que el bastón, es un programa de apoyo. Muchos ya se han graduado de la universidad utilizándolo”, manifiesta el ingeniero de Informática Rogelio Brias, voluntario en el centro.
 
Albertina Navarro, delegada de la UNCP, es otro ejemplo de lo que el centro puede hacer en una persona. La recursiva mujer de 61 años se moviliza sola por las calles, solo con ayuda del bastón; también toma el transporte público para movilizarse. Se graduó con honores a los 46 de su licenciatura en Periodismo, su herramienta fue una grabadora de mano, que utilizaba para grabar las clases, y al llegar a casa practicaba los ejercicios en Braille. También hizo una maestría en Comunicación Social con especialización en Periodismo. Con dos hijos y una discapacidad visual, decidió estudiar luego de llegar al Centro y conocer casos de superación en condiciones que califica más complicadas que la de ella. Antes había sido secretaria.
"Para mí la Unión es importante. Mucha gente no ve lo que hay allí dentro, es deconocido, sin saber que dentro de esas estructuras se ofrece tanto cariño, amor y ayuda a las personas ciegas adultas", resalta.
A Albertina le diagnosticaron ceguera total a sus 26, luego de que se le desprendiera la retina, producto de algunas complicaciones que tuvo a partir de una conjuntivitis. "Quedar entre las tinieblas es difícil. Es más duro ver y luego perder la visión, que nacer con la discapacidad. Es como empezar de cero. La única ventaja de haber visto antes es que cuando te hablan de los colores ya sabes qué es. Además, pude ver a mis hijos pequeños y la naturaleza”, describe.
 
Ha ocupado diversos cargos en la junta directiva de la Unión. Además, fue coordinadora de la Comisión de Mujeres Ciegas por 4 años consecutivos (2004-2008) y miembro de la Unión Latinoamericana de Ciegos (ULAC). En la actualidad tiene su propio programa de radio, "Rompiendo barreras", transmitido todos los sábados, de 10 a 11 de la mañana, en la frecuencia AM a través de Radio Sonora.

Aprender lo cotidiano

Libia Gómez es instructora de AVD (actividades de la vida diaria) en el centro Andrés Cristóbal Toro. "Cuando vemos, no les prestamos mucha atención a ciertas actividades, lo damos por sentado". En un salón equipado con utensilios de casa y electrodomésticos, le enseñan a los estudiantes desde cómo cocinar en la estufa y planchar, hasta cómo barrer y elegir la ropa, bajo medidas de seguridad que según Gómez "es lo principal para una persona que pierde la vista". 
 
Como ejemplo de lo que se enseña, la instructora menciona algunas medidas como encender la estufa y mantener la llama "bajita" para poder mover las ollas sin riesgo de quemarse. "Casi el 80% de 100 casas mantienen los trapitos, toallas o guantes quemados; eso ocurre porque cuando retiramos la olla, no atendemos a bajar la llama. Si lo hago, puedo agarrar la olla y revolver, sin quemarme y sin que se queme la casa. Eso se los explico. También pueden humedecer la toallita antes de agarrarla, si están solos, para que no se quemen". 
 
 
Colocar las pailas en la parte trasera de la estufa es otra medida, "porque si está adelante se te puede venir. Eso no es recomendable". 
 
Además, la instructora les enseña a sus estudiantes que al conectar un electrodoméstico lo primero que tienen que hacer es revisar el cable para asegurarse de que no esté rumeado, aunque lo acabe de guardar. "Debe estar seguro de que su conexión está bien, porque se pueden electrocutar".
 
Planchar es otra actividad donde deben tener cuidado. "Si yo no veo y se me cae la plancha, no puedo usar el bastón porque me puedo electrocutar; tampoco patear porque no sé la posición y me puedo quemar, ni agacharme a batir mi mano… Debo saber dónde esta mi cordón, desconecto porque esa plancha puede estar deteriorada y me puedo electrocutar. Si la plancha está virada, se compone halando el cable".
 
Y así, la instructora va enumerando una serie de consejos que brinda a sus estudiantes, como meter un cucharón en la olla para saber si está hirviendo el agua, cuando este vibra; o aplastar los espaguetis con el cucharón para saber cuando están suaves (no tirarlos a la pared como hace una persona que puede ver). "Lo importante en una cocina y en la casa en general es no moverle las cosas a la persona de su puesto, porque lo desubica, y pueden ocurrir accidentes", advierte. 

Falta de apoyo

Cada año, la UNCP capta a los internos por medio de campañas que realiza  a nivel nacional, especialmente en las áreas más alejadas. La mayoría son personas de escasos recursos.
 
“Muchos son pobrecitos, vienen de comunidades apartadas, han llegado incluso descalzos. Cuando vamos a las montañas dicen ‘si me llevan ya, yo me voy’ hay que aprovechar, porque la persona decidió cambiar. Esto es como un taller de carros, donde entra la persona con muchas falencias y los vamos transformando”, dice Vega. Añade que algunos llegan sin hablar “y la herramienta número 1 de la persona ciega es hablar; el que no habla se pierde, porque tiene que preguntar”. 
 
La institución brinda hospedaje, elementos de aseo personal, alimentación, medicamentos y rehabilitación final gratuita a los internos. Pero el personal trabaja con las manos atadas, pues la ayuda es limitada. "Recibimos apoyo de algunas instituciones del Estado, pero muy escuálido. Los costos de alimentación son alrededor de 3 mil dólares, y solo nos subsidian con 1500. Tenemos que hacer actividades, buscar en otro lado", dice Vega. 
 
 
Esclarece que el presupuesto anual no pasa de 150 mil dólares. "Si el Estado nos lo diera todos los años, trabajaríamos felices". 
 
El presidente de la UNCP agrega que le han pedido al Gobierno el nombramiento de personas para cuidar a los internos y acompañarlos en las noches. "A veces es triste lo que nos responden". A través de fundaciones como Sus buenos vecinos han logrado conseguir una monitora y aumentarán la capacidad del albergue, de 12 a 24 personas.  "Aquí lo único que falta es la voluntad del Estado, el billete. Sabiendo que este es un trabajo de Estado que hacemos... Ellos dan dinero para comida, pero no nos permiten usar fondos para transporte, y a veces hay que llevar a la gente al médico. Los muchachos aquí necesitan útiles de aseo", insiste. 
 
Actualmente los directivos son Ad honorem. "Tenemos como 5 años que no cobramos nuestros viáticos, que van de 40 a 60 dólares. No hay para eso, pero siempre procuramos buscar el recurso".
 
 
Con más de 500 afiliados a lo largo del país y planes de construir más centros a nivel nacional, la UNCP apela por mejores días, al actual gobierno del presidente Laurentino Cortizo. El pasado mes de agosto, el actual director de la Secretaría Nacional de Discapacidad (Senadis) se reunió con sus miembros para prometerles apoyo.  
 
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